Si hay algo impenitente entre los nacionalistas es que siempre consideran sagrado su pueblo, su cultura, sus fronteras, pero no las de los demás. Lo estamos viendo en la manera en la que Trump ojea el mapamundi y va tomando decisiones sobre el destino y las fronteras de los demás. Después de proponer Canadá sea un estado propio, hacerse con Groenlandia, cambiar el nombre al Golfo de México, llega uno de los anuncios más sorprendentes de todos los que ha hecho. Y mira que en dos semanas ya está alto el listón.
El plan de Trump para Oriente Próximo es aún más radical de lo que se esperaba. El presidente anuncia tras su reunión con su nuevo mejor amigo Netanyahu, acusado por crímenes de lesa humanidad, que Estados Unidos tomará control de la Franja, que la poseerá. Quiere que se convierta en la Riviera de Oriente Próximo. Eso es literal. Que es un trozo de tierra precioso y que invertirá dinero en dejarlo bonito. Nice. Espectacular ha dicho que va a quedar, con una frivolidad más propia del agente inmobiliario que fue que del presidente que es, sobre el sitio en el que han muerto bajo las bombas unas 50.000 personas en los últimos meses.
Cuando los periodistas le preguntan qué pasa con la gente que vive allí dice que es un sitio en demolición, que cómo van a querer quedarse. Quiere que Gaza sea un Marina D’Or espectacular, pero sin gazatíes. Mar- a- Gaza o Gaza-Lago, lo ha llamado para más señas un exembajador de Trump en Israel. Quiere expulsar a los habitantes de Gaza a Egipto o Jordania, de forma “permanente”, aunque Egipto y Jordania no estén de acuerdo. Porque la soberanía de los demás no le vale.
Quiere que Gaza sea un lugar “internacional”. Con playas pero sin palestinos que no puedan pagarse la ciudad de vacaciones. Y sin derecho internacional, que prohíbe la expulsión forzosa de una población. Saltándose un corpus entero de resoluciones de la ONU. Very nice.
¿Moraleja?
Trump quiere quedarse con Gaza, en Oriente Próximo lo ven como una amenaza.
